“Señor, enséñanos a orar”. Es la petición que hacen los apóstoles a Jesús. Y es la misma petición que un discípulo debería hacer. Nunca somos expertos en orar. La oración no es una receta de cocina o una fórmula matemática. No es una tabla para aprender a memoria. Jesús nos enseñó el Padre Nuestro como modelo como debería ser nuestra oración.
- Orar con confianza. Por eso Dios Padre nos trata de hijos. Jesús, el Hijo de Dios, rezaba con confianza con su Padre. Y así tiene que ser nuestra oración: oración de hijos adoptivos hacia su padre. El Padre Nuestro tiene 7 peticiones:
- Las tres primeras, más teologales, nos atraen hacia Él, para su gloria. Esta oración nos fortalece en la fe (reconocer el nombre de Dios); nos llena de esperanza (crezca su reino) y abrazamos el amor (que se haga la voluntad de Él).
- En la segunda parte le pedimos las cosas concretas de nuestra vida:
i. Que nos dé el pan de cada día (en el presente)
ii. Que nos perdone los pecados (del pasado)
iii. Que nos cuide de la tentación (en el futuro).
- Orar con insistencia. Jesús lo explica con una parábola de un hombre que va a medianoche pidiendo tres pedazos de pan. Y lo hace con insistencia. Lo mismo lo hace Abrahán en la primera lectura pidiendo la salvación a la gente de Sodoma. A Dios no hay que incomodarlo por la hora porque Él siempre está dispuesto de escucharnos. Por eso nos dice: “piden y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá”.
El Padre nuestro es “el resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano); “es la más perfecta de todas las oraciones” (Santo Tomás de Aquino).