En ocasiones suena ridículo seguir a Jesús en un mundo que prefiere a sus ídolos de masas, sus espectáculos, el poder del dinero y las promesas fascinantes de una vida mejor. Pero Él empezó junto a un pequeño lago con cuatro pescadores a anunciar el Reino y eso dura hasta hoy.
Lo hizo Jonás, aunque sin muchas ganas, en Ninive. Logró que con su predicación toda la gente de esta cuidad, se convirtiera. ¿Qué podemos hacer para llevar a nuestras ciudades modernas y tan paganas, el Reino de Dios? ¿Cómo ser en ellas pescadores de hombres?
Lo vivieron y entendieron Simón, Andrés, Santiago y Juan, gente sencilla y anónima. Tuvieron la suerte de encontrarse con Jesús y recibir esa noticia que les cambio la cabeza, el corazón y la vida, dejaron atrás todo lo que les ataba “y se marcharon con Él”. Tuvieron el apoyo del uno al otro. Un apoyo de verdaderos hermanos.
Liberémonos de nuestra cobardía y de la falta de confianza en el Evangelio, no podemos pensar que la Buena Noticia, el Reino, sea sólo una utopía y no tenga fuerza alguna en un mundo moderno tan lleno de falsas ideologías y mesianismos. ¡Es tiempo de ser misioneros!